miércoles, 30 de marzo de 2011

Las flores iluminadas por el sol


(...)  y así quedaron sobre el extenso parque 3 hombres de espaldas a 3 árboles, cada uno de ellos con una venda tapándole los ojos y la cabeza vuelta hacia el cielo.
El hombre del fusil apuntó y disparó. 
No se oyó sino el canto de los pájaros. El fusil tenía silenciador.
Sólo se vio como el hombre apoyado en el arce empezaba a derrumbarse. 
Lo único que quería era alejar el momento de la muerte. Sentía que el momento en que tuviere los ojos vendados se encontraría en la antesala de la muerte, de la cual no existe camino de regreso alguno (...)
Cuando vio un sauce en flor frente a ella, se detuvo. Apoyo la espalda contra el tronco y miró hacia arriba, veía las flores iluminadas por el sol, y a lo lejos oía el sonido de la ciudad, ligera y dulce, como si en ella sonaran miles de violines. (...)


La insoportable levedad del ser 
Milan Kundera.

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